El expresidente de Guatemala Marco Vinicio Cerezo Arévalo, el primer mandatario de la era democrática desde que se instauró en 1985, reconoce que los Acuerdos de Paz firmados en 1996 no se cumplieron y están olvidados, lo que tendrá grandes repercusiones para el país.
Por: EFE
“El peligro para Guatemala es que nuestro Estado se convierta realmente en un Estado fallido si seguimos por esta ruta”, máxime porque se traduce en una incapacidad, inanición e incompetencia endémicas para cumplir con las obligaciones, advierte el abogado en una entrevista con Efe.
En este contexto, arguye, los Acuerdos de Paz, firmados entre la guerrilla y el Ejército y con los que se puso fin a 36 años de guerra civil, tuvieron una gran controversia con el paso del tiempo.
“Dejaron de ser una política consensuada de la sociedad y se convirtieron en una obligación administrativa del Gobierno. Y eso los dejó desfasados históricamente”, explica.
Y como consecuencia se perdió “el balance de la política y la economía” y, aunque hubo un aumento de la riqueza, esta se concentró en unas pocas manos y el Estado se debilitó y ya no pudo cumplir con su papel. Los resultados, dice, “los tenemos a la fecha”.
Cerezo, uno de los promotores de los acuerdos de Esquipulas que en 1987 abrieron el proceso de paz en Centroamérica y un fiel creyente de la integración regional, explica que es en este punto en el que aparecen “las intervenciones” extranjeras, pues problemas estructurales como la corrupción o la migración crean dilemas de seguridad nacional, sobre todo para países como Estados Unidos.
Reacio a reconocer de manera directa que los estadounidenses, u otros amigos, también europeos, ejercen una intervención directa en Guatemala, el exmandatario (1986-1991) prefiere argumentar que lo que existe es una “participación sobredimensionada” porque el país no ha sido capaz de resolver sus propios problemas, que tienen efecto dominó en otras naciones.
Pero esta disyuntiva no es reciente. Durante otros periodos, e incluso durante su Gobierno, hubo riesgos de que esa intervención afectara a la soberanía de Guatemala, pero ahí es donde entra en juego la capacidad para negociar la participación.
“La soberanía se ve más o menos afectada en la medida en que las instituciones del Estado lo sepan o no lo sepan controlar”, proclama enfático. Y entonces, el presidente actual, Jimmy Morales, ¿está preparado para vigilar esta coyuntura?. Su respuesta es inmediata: “Yo creo que todavía no lo está manejando adecuadamente”.
Aún no son conscientes de los efectos que esta situación puede desencadenar en el futuro y eso se debe, aclara, por la “falta de experiencia” y por tener un equipo que “no estaba bien ordenado”.
Para solucionar este, y otros muchos problemas sociales que padecen Guatemala y otros países de la región, es necesario dejar el actual modelo de desarrollo -“tradicional, clásico y exportador de monocultivos”- porque “ha demostrado que no es suficiente” para aportar los recursos necesarios.
“El modelo tradicional y el extractivismo, más que beneficios, nos ha traído problemas sociales y locales”, en ocasiones, con “consecuencias muy graves”, como homicidios y altos índices de violencia que envían al exterior un mensaje inapropiado.
Lograr este cambio es uno de los fines del VII Foro Regional Esquipulas, que se celebra hoy en Guatemala para discutir sobre democracia, integración y desarrollo, pues hay que encontrar un nuevo modelo regional, basado en la infraestructura, y “empujarlo de común acuerdo con otros sectores”, al igual que es imprescindible relanzar el proceso de integración en Centroamérica.
Con esa gracia que lo caracteriza, Cerezo cuenta que, según la Organización Mundial de Comercio, el transporte en América Central se desplaza a 16 kilómetros por hora: “Va más despacio que las carabelas de Colón que descubrieron América hace 400 años, ellas venían a 10 nudos promedio y 10 nudos son 18 kilómetros”.
Bromas aparte, el expresidente, consciente de la “terrible” situación de las carreteras, los puertos, aeropuertos y otras infraestructuras regionales y locales, apela con vehemencia a la cohesión regional. “Nos necesitamos los unos a los otros”, dice.
Fiel a su idea de que la unión en Centroamérica es posible, pide reactivar el proceso y, a falta de un líder que lo capitanee, invita a “empujar el funcionamiento de las instituciones” conjuntamente, algo que podría confirmarse si el próximo mes de septiembre se realiza una reunión de los presidentes actuales en Esquipulas.
“O lo resolvemos con esa visión regional (…) o simplemente y sencillamente seguiremos de mal en peor”, máxime con un mundo moderno enfermo por el crimen organizado, el narcotráfico y las pandillas, admite Cerezo, presidente de la Fundación Esquipulas para la Integración Centroamericana y miembro permanente del Foro de Biarritz (Francia).
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